Fan fiction X Files (Expediente x) Californication... Sí soy así de Friki y estoy así de loca....

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sábado, 22 de diciembre de 2007

COMPLICARSE

Todos los derechos son de la 1013 y la Fox y bla bla bla y yo solo escribo por escribir y porque me gusta.....

Era casi de noche. La luz entraba débilmente por la ventana del salón dejándole en una semioscuridad con todo el peso del mundo sobre sus hombros. Sentado en su sofá. Mirando a la pared desde hacía horas, dejando que llegue la oscuridad y le alcance y le envuelva, porque no hay muchas ganas de luchar hoy, hoy no nadaría para salir a flote, hoy no.
Se ha desanudado a medias la corbata y se ha desbrochado un par de botones de la camisa. Ni si quiera se quitó los zapatos, solo se sentó ahí y aflojó su corbata y camisa para poder respirar porque sentía que se ahogaba. Si fuera uno de esos momentos realmente malos en su vida o en su carrera entonces lo entendería al menos y sabría cómo hacerle frente como ha hecho siempre, pero esta vez no tiene ni remota idea de qué hacer porque no sabe qué le pasa con exactitud. Sabe cuál es la causa, claro, pero no conoce realmente los motivos. Es sólo un día cualquiera de su vida, sin más sobresaltos, sin más papeleos o sentimientos de culpa. Ni tan si quiera es uno de esos día en los que se siente como un payaso enfundado en su traje de corbata.
Es un día normal.
Mira a la ventana y a través de la persiana ve ya luces en la calle. Piensa que no ha cenado pero la verdad es que no tiene hambre. Es tarde. Debe serlo. Un destello de luz en su imaginación viéndola. Imaginando lo que estaría ella haciendo en ese momento. Se da cuenta de qué cuándo piensa en ella siempre lo ve todo lleno de luz. Ahora ella estará sentada en su sofá con alguna película o programa estúpido que den en la televisión como sonido de fondo, pero repasando o estudiando algo, con la mesa llena de documentación y el portátil encendido. Con las gafas puestas. Concentrada.
Sonríe al saber lo que significa el que a ella siempre la vea rodeada de luz y que él mismo siempre se imagine rodeado de sombras. Se tapa la cara con las manos y decide que ya es hora de irse a dormir. Se va terminando de desabrochar la camisa y la corbata mientras entra en su habitación, se desabrocha el cinturón y se quita los pantalones y se tira boca a bajo en la cama desecha sin ponerse pijama alguno. Estira la mano para apagar la luz de la mesilla y suspira ante la ironía de sentirse tan solo en estos momentos cuando siempre pensó que su destino sería estarlo y ya creía que era un hecho y ya lo había aceptado y casi podría decirse que lo había elegido con el rumbo que decidió darle a su vida y las decisiones que tomó y todo cuanto hizo por labrarse esa jodida reputación de pirado que tanto le pesaba en el fondo y que se había convertido en su carta de presentación ante cualquier persona, fuera o no del FBI, porque era como un papel que tenía que representar, aunque él en realidad se pareciera bastante a ese papel, por que a veces tenía ganas de gritar y mandarles a todos al maldito infierno por hacerle sentirse así, cuando en realidad él era muchas más cosas, cuando en realidad, él quería y necesitaba muchas más cosas en su vida de las que le daban y de las que le permitían tener.
Se giró para poder respirar porque eso de morir asfixiado en su propia almohada no era la idea que siempre tuvo y miró su habitación iluminada también por la luz que entraba de la calle. ¿Cuántos años hacía que vivía ahí? ¿Cuántas cosas le habían ocurrido en casa? Le vino a la cabeza la imagen de ella una noche, a oscuras como hoy, cogiéndole de la mano, preocupada, tocándole el dedo roto de su mano, dispuesta a pasar también por eso con él y por él. Diablos, cada vez estaba más seguro de que le seguiría a cualquier lado, pero no estaba seguro de que eso fuera a durar siempre y el problema era que su vida era un torbellino de problemas del que no podía escapar y en el que la había metido a ella casi desde el primer día, egoístamente, porque estaba claro quién tiraba de quién en los problemas y quién tiraba de quién en todo lo demás. Ella era su balsa y él un pirado que a cada ocasión no dudaba y se lanzaba al mar sin salvavidas, sin importarle lo que pudiera pasarle porque esa decisión la tomó hacía años y ahora era parte de su vida y lo necesitaba como necesitaba que ella estuviera ahí para regañarle, para rescatarle y echarle una de esas miradas mezcla de preocupación, cabreo y resignación que había visto en ella durante años y que cada vez le resultaban más turbadoras porque hacían que todo eso que le bullía dentro cuando la tenía cerca, explosionara, teniendo que apretar la mandíbula y poner un par de metros de distancia entre eso que tenía en el estómago y ella antes de que perdiera el control y pudiera decir o hacer algo de lo que se pudiera arrepentir durante el resto de su patética vida, porque sabía que debía ser cuidadoso, que cuándo ocurriera, sería cuándo debía ocurrir y no quería meter la mata precipitándolo o arriesgándose en un momento inadecuado cuando no tenía ni la más ligera idea de cuándo o cómo podría ocurrirles lo que tenía que ocurrirles, ni si ella estaba segura o preparada o si se acercaba a lo que él sentía, lo que quiera que fuera lo que ella pudiera sentir, porque todo era tan complicado entre ellos que las dudas eran el pan de cada día y la costumbre se había hecho tan fuerte y tan necesaria en sus vidas que cambiar las cosas sería uno de los actos más difíciles por llevar a cabo y no tenía ni idea de cómo podrían realizar y construir algo semejante.
Y así, sin dormir, cómo no, tirado en la cama, dándole vueltas a lo de siempre y a lo que pocas veces tenía fuerzas para enfrentarse o razonar, porque no era algo que quisiera pasarse el día pensando conscientemente ya que era lo que en realidad le ocupaba la cabeza la mayor parte del día y se exigía no pensar, ni divagar sobre ello, seriamente, por miedo, razonado, y con el conocimiento de que si lo hacía, si lo pensaba y razonaba sobre ello, como estaba haciendo ahora, más veces de las necesarias, se volvería loco o acabaría por perder el poco control que tenía sobre una situación tan compleja como era su relación con su compañera y amiga y lo mísera de su vida y las consecuencias que en la vida de ella había tenido el conocerle y seguirle como lo hacía. Noble y fielmente como no imaginó que nadie pudiera hacer nunca por nadie. Era tan abrumador lo que él sabía que ella hacía y daba por él que el peso de esa responsabilidad le aplastaba en esa cama del cuarto piso. Le llevaba aplastando durante todo el día, en ese día tan tranquilo y normal en el que ese monstruo que tenía por conciencia le atacaba sin tregua, sabiendo dónde apuntar y de manera tan contundente que le dejaba exhausto. Fue creciendo durante todo el día hasta llegar a hacerle huir de su lado cobardemente, agachando la cabeza por los pasillos del Hoover, como si la vergüenza y la responsabilidad se pudieran ver en su cara, porque en esos momentos estaba seguro de que el resto de sus compañeros pensaban igual que él y se metía en el ascensor mirando al techo y se montaba en su coche sin poner si quiera la radio, temiendo en su locura, que algún locutor pudiera también culparle.
Sabía que la mejor manera de liberar toda esa carga era hablarlo con ella pero intimar era algo tan complicado, tan imposible en su relación perfecta de perfecta amistad y dependencia enfermiza que el solo hecho de pensar en esa posibilidad de hablarlo o mencionarlo hacía que se le acelerara el corazón.
Se echó a reír en la soledad de su apartamento, en la oscuridad de su casa. Era rematadamente gracioso imaginarse a sí mismo mencionándola su sentimiento de responsabilidad, sincerándose con esa cara de triste imbécil que imaginaba poner, intentando parecer serio pero sintiéndose débil frente a ella. No. Había cosas que sabía que si que podría decirla, incluso las más importantes. Las que le dolería decir, las que siempre quiso decirla y las que ya la había dicho, pero sabía que había otras cosas que eran solo asunto suyo, que formaban parte de su mundo interior de complicaciones y a las que no se permitiría dejar asomar para que ella las viera porque sabía que eso la afectaría y no quería hacerla sentirse mal por algo que era solo problema suyo, algo que tendría que solucionar consigo mismo. Aclararlo y aclararse porque ella siempre le dejó claro que había elegido ese camino por que quiso. Era su decisión, suya y nada de lo que él pudiera decirla, ningún argumento para convencerla, podría hacerla cambiar de parecer y dejarlo, alejarse y seguir viva, a salvo, sin tener que escuchar sus imaginativas soluciones a muertes extrañas, sin tener que seguirle al fin del mundo a sacar su culo de una prisión o a sacarle vivo del hielo.
Acabó por quedarse dormido. Quizá la última imagen que pasó por su cabeza antes de quedar inconsciente fueran los labios de ella o sus manos mientras repasaba algún informe, sentada, sin darse cuenta de que él llevaba todo el día sin quitarla el ojo de encima, vigilando cada movimiento, cada parpadeo, cada mirada o palabra que saliera de ella dirigida o no hacía él, en ese largo día cargado de inquietudes y complicaciones, que había resultado agotador y ligeramente productivo en esa cabecita suya que sin saberlo era lo más preciado en la vida de ella, fruto de inspiración y gozo, de quebraderos de cabeza y constantes cabreos, que le hacían ser tan irresistible intelectualmente que sabía que fue desde el principio, nada más conocerle, cuando supo que ya había encontrado su camino y que daba igual lo que él fuera o lo que él quisiera en su vida, porque ella le seguiría allá dónde se le ocurriera ir, pasara lo que pasara, poniéndole pegas en todo lo que pudiera y haciéndole poner los pies en el suelo, íntegro y honrado, ayudándole en su búsqueda de lo imposible, ignorando lo arrebatadoramente atractiva que era su ternura y su pasión, haciendo casi suya su fe, compartiendo su locura y su vitalidad, entregándole su vida, feliz por conocerle y estar a su lado, con muchos motivos para seguirle y todos importantes y justificados, pero guardándose el más significativo para ella, porque cómo podría si quiera definir lo que sentía por él, siendo lo más complicado, profundo y sólido que hubiera imaginado nunca tener.
Y así ella, en cambio, se durmió rápidamente. Disfrutando de los últimos momentos de ese tranquilo día en que nada había ocurrido. Pensando tal vez en él, en lo callado que había estado, en lo que había disfrutado de esa tranquilidad junto a él en ese sótano lleno de papeles y letras que definían y dirigían sus vidas más allá de lo que ellos pudieran imaginar. Su traje de chaqueta, sus dedos en la mesa haciendo sonidos mientras ella le miraba de reojo, satisfecha de verle relajado, extrañada de verle algo alicaído, dando como causa la falta de acción en un día de letras y números, de fotografías y teclados. Hablando de cualquier fusilería mientras almorzaban entre esas paredes que les habían visto sonreírse y discutir durante tantos años. Saliendo para tomarse un café en el la cafetería de tres calles más allá, dónde no iban sus compañeros, dónde nadie sabía de sus vidas. Anónimos rodeados de ciudadanos anónimos, saludando a la camarera de todos los días que no sabía sus nombres, con unos kilos de más, siempre atareada, moviéndose ágilmente por entre las sillas y mesas, mientras les servía y sonreía mecánicamente, sin verles, mientras ellos miraban por la ventana jugueteando con el azúcar o la cucharilla, cuidadosos de no rozar sus pies bajo la mesa, saboreando el café, frente a frente, mirándose con tanta familiaridad y confianza que parecía como si no quedara nada entre ellos que no supieran, cuando, en cambio, había una línea que no habían cruzado aún y que trataban por todos los medios de mantener ahí, frente a ellos, esperando a que el momento de cruzarla les alcanzara. Porque de eso ella estaba segura, de que los dos lo sabían y de que esperaban mirando el futuro sin miedo, porque ocurriera lo que ocurriera sabían que estaban esperándolo desde siempre y que sería lo que les definiría el resto de sus vidas, tal como les había definido hasta ahora ese vínculo indestructible que de cara al mundo y a ellos mismos llamaban “amistad”.
Al día siguiente ella, tal y como habían acordado la tarde anterior, fue a recogerle a su casa para ir al centro. Tenían que pasarse por el departamento de antropología de la Universidad del Estado para recoger unos estudios necesarios para cerrar uno de los casos en los que habían estado trabajando la semana pasada. Según aparcaba el coche en la acera de enfrente a su apartamento y miraba hacia arriba, a su ventana, recordó la manera tan extraña en que se había ido la tarde anterior. Se despidió sin más con un “Hasta mañana” cuando discutían a cerca de si los libros de Isaac Asimov debían ser o no de obligada lectura, porque él aseguraba que al igual se leía a Caperucita Roja, con un lobo comiéndose a la abuela y tratando de comerse a la protagonista que se pierde por un oscuro y peligroso bosque, debía leerse unos libros que hablaban de planetas lejanos con personajes que siempre utilizaban el cerebro para conseguir avanzar en momentos difíciles y que había libros mucho más significativos con mejores moralejas y de los que se podría aprender más y hacerte soñar que los escritos por Jane Austen o los puñeteros Hermanos Grimm.
Según ella cogió aire para darle una buena réplica, él pareció recordar algo y salió precipitadamente de la oficina, cogiendo la chaqueta de su silla y soltando un “Hasta mañana” , dejándola con la palabra en la boca y su réplica perdida para siempre al ver cómo se cerraba la puerta tras de él y escuchaba sus pasos a lo largo del pasillo directos y decididos a salir de allí a media tarde con las mesas llenas de papeles, desordenadas, con ella ahí plantada en medio del despacho, con las manos en las caderas y la boca aún abierta incrédula y a pesar de eso no menos acostumbrada a recibir tal descortesía por parte de él.

Ahora estaba subiendo en el ascensor, apoyada en la pared, con los brazos cruzados, su falda y chaqueta negras y su camisa blanca, con los labios rojos y la mirada cristalina, dispuesta una vez más a sufrir el tormento de verle aparecer tras de esa puerta, con esa mirada intensa y cálida y esa medio sonrisa de buenos días mientras se terminaba de anudar la corbata o ponerse la chaqueta, recogiendo la cartera y las llaves de la mesa, apagando las luces, preguntándola cualquier tontería mientras echa la llave a la puerta y la mira sonriente y la pone la mano en la espalda mientras andan por ese pasillo, mientras salen a la calle y él mira al cielo y frunce el ceño, porque le molesta el sol en sus ojos verdes y luego gastará alguna broma mientras buscan alguna emisora en la radio o mientras aguantan el atasco al entrar en la ciudad y pasarán las horas y pasará el día y llegará la hora de irse a casa y es entonces cuando ella decide decírselo primero “Ya es tarde” mirando el reloj y luego mirándole a él “¿No crees que ya es hora de dejarlo e irnos a casa?”, suplicante, poniendo morritos, bromeando y él la mira y sonríe abiertamente, sentado en su silla, frente a ella con un bolígrafo en la mano “Lo dices como si yo quisiera quedarme Agente Scully”, inclinándose sobre la mesa, acercándose a ella para esperar una buena contestación “Te recuerdo que eres tú el que está obsesionado con su trabajo Agente Mulder” y él carraspea mientras se echa hacia atrás en la silla para mirarla sonriente desde allí dispuesto a lanzar un órdago sin querer pensar el las consecuencias “Es lo único que tengo en la vida, Agente Scully: Tú y mi trabajo”, encantado de ver cómo reacciona ella al intentar seguir como si fuera una broma, dispuesta a jugar “Ahora entiendo porque pasas tu vida aquí” y él “Yo creí que era evidente” y ella sopesando hacia dónde podría llevarles la conversación decide virar porque algo está latiendo fuertemente entre su estómago y su corazón y teme que él alcance a oírlo y se levanta, parada frente a él sentado en la silla mirándola ahora ya serio desde allí “Agente Mulder. Voy a ir recogiendo” y comienza a recoger su mesa mientras él la mira y cuando ella le mira él decide hacer lo mismo y los dos recogen y cogen sus chaquetas y él coge las llaves de ella para cerrar la puerta y luego se las devuelve mientras caminan hacia el ascensor y aprieta el botón de bajada mientras la mira y sonríe y ella le mira levantando la cabeza directamente a los ojos, cómplice de todo, directo al corazón y cuándo las puertas se abren él sabe lo que tiene que decirla y se lo dice mientras aprieta el piso al que van “¿Qué te parece si cenamos hoy en mi casa?” y ella le mira serena como respuesta “Y te prometo que esta vez puedes elegir tú otra vez la película, eso sí, te ruego que tengas piedad y no me castigues con algo lacrimógeno porque llevamos un día demasiado tranquilo y puedo quedarme dormido y fastidiarte el resto de la noche y la película con mis ronquidos”. “La verdad es que no roncas mucho Mulder” le contesta mirándole con picardía. “Oh! Venga! Sólo pido algo de ciencia ficción Scully” y se abren las puertas y ella sale decidida al aparcamiento sacando las llaves del coche, haciéndolas sonar, sabiendo que él sabe que le hará caso, como siempre, y elegirá alguna película que les agrade a los dos al igual que él bajará a la pizzería de su barrio para comprarla esa pizza que tanto les gusta a ambos.
Y pasarán unos días y la rutina y la costumbre les harán olvidar que el tiempo vuela, pero todo cambia y siempre ocurren las cosas cuando menos las esperamos y cuando todo está en calma y es entonces, en estos días de tranquilidad y horas en la oficina, de lecturas y charlas cargadas de tecnicismos y bromas cuando todo va a dar ese giro que esperaban que ocurriera sin darle fecha, ni nombre y que como esos momentos grandes en la vida de todos en que no nos damos cuenta de lo que está ocurriéndonos hasta que lo tenemos encima, les pasó que, pensando que era otra semana más en sus vidas de las que ya habían pasado encerrados en esa oficina hartándose de papeleos, no se dieron cuenta de que llevaban toda la semana sin separarse nada más que para dormir, cosa común, pero con la diferencia de que esta vez, en este momento de sus vidas, se les había olvidado o quizá se habían acostumbrado en estos días a verlo como algo normal, algo que formara parte de esa rutina de “amistad”, cuando anteriormente había sido impensable franquear tal puerta y era que al acabar la película o la cena o el programa televisivo que estuvieran viendo, o incluso antes de acabar, la conversación normal acerca de su día o el atuendo de los actores de la película elegida ese día, pasaba a una conversación de esas llamadas “profundas”, tumbados en el sofá, mirándose mientras hablan de sus vidas, apretando más y añadiendo más lazos a esa red que ha ido uniendo la vida de uno con la del otro a lo largo de esos años. No se han dado cuenta que durante esa semana han hablado más que nunca. La intimidad que siempre quisieron mantener como mínima separación para salvar ese abismo que suponía pasar a una relación más profunda, quedó alcanzada y superada en esa semana y lo que comenzó como un mal día para él y un día tranquilo para ella, había pasado a ser el inicio de una semana que cambiaría sus vidas porque al final de semana cuando deberían despedirse hasta el lunes siguiente, a pesar de que siempre acababan viéndose o llamándose el fin de semana, los dos se sobresaltaron al ser conscientes de que en realidad esta vez no, esta vez no se iban a despedir hasta el lunes porque esta vez era distinto. Pero ambos se equivocaron debido a que la costumbre fue más fuerte que el impulso a dar el gran paso y aunque todo había cambiado, aún quedaba algo por franquear. Ella se quedó en blanco al quererle decir algo para no despedirse y él se quedó en blanco porque no sabía cómo decirla que se quedara y decirlo directamente le pareció eso, demasiado directo y casi se sonrojó al pensarlo e imaginar la reacción que podría tener ella ante tal salida, así que los dos optaron por no decirse nada, se miraron algo avergonzados y ella se dirigió a la puerta mientras él se levantaba y la acompañaba hasta el ascensor, descalzo y con las manos en los bolsillos, apretando los labios, con una medio sonrisa confusa en la boca sintiendo que esta vez han estado cerca y que quizá no volverían a estarlo en mucho tiempo y sabe que se arrepentirá pero también sabe que mejor arrepentirse a cagarla y puesto que ella se ha levantado dispuesta a irse es porque es lo que pensaba hacer. Así que ella entra en el ascensor y se despide con un gesto de la mano, dejándole a él en el pasillo, con las manos en los bolsillos y esa carita tan tierna que ella está deseando besar.
Llega a casa después de pasarse el camino llamándose estúpida y cobarde y preguntándose cómo diablos podría hacer algo al respecto y qué diablos podría hacer y entra en su salón, cerrando la puerta, dejando las llaves en la mesa y sintiendo que se la cae la casa encima junto con siete años de amistad y vida y se dirige cabreada a su habitación, se quita la ropa y se pone el pijama y se sienta en la cama con los brazos cruzados rezando porque esta noche él también la llame. Pero pasa el tiempo y al teléfono no le pasa nada pero sí a sus nervios y a su equilibrio porque tiene la sensación de estar mareada, como si estuviera balanceándose en un barco a la deriva y piensa que es así cómo está su vida en ese momento si no toma el control de las cosas y hace algo al respecto porque no puede permitir que ciertos momentos pasen de largo, que si hay que hacer algo ella no tiene miedo porque está segura de que sea lo que sea al menos no tendrá la sensación de impotencia que siente en este momento al no haber dicho nada y al esperar a que sea él quién la llame y es entonces cuando piensa que quizá sea una de las llamadas más importantes de su vida la que va a hacer y que debería pensar y pensar bien qué va a decirle y de qué manera porque el qué le diga y el modo en que se lo diga va a determinar sus vidas de ahora en adelante, ya sea para hacer lo que se muere por que ocurra o para avergonzarse ante una negativa o una salida del tablero de juego por parte de él en el momento final dónde uno se juega todo. Ya no va a haber ambigüedades, ahora es cuando todo llega y cuando hay que enfrentarse a las realidades y estas son tan jodidamente abrumadoras que cae en la cuenta de que él no va a darla una negativa, no, no lo hará porque todo está tan claro ahora en su cabeza que lo ve casi con objetividad y sí, es abrumador y ella se siente durante un instante como una estúpida por haber temido que él no quisiera porque es algo de ambos, es algo que los dos comparten y que los dos han estado cuidando y dando forma durante siete largos años, aprendiendo el uno del otro, entregándose hasta lo impensable en esa relación sincera que es tan fuerte, que ha sido siempre tan fuerte, que a pesar del tiempo y los baches, a pesar de las diferencias y las distancias, les ha llevado hasta ese mismo momento en el que el tiempo les ha alcanzado y ya no hay cabida para dudas.
Scully coge el teléfono que ha dejado sobre sus sábanas, a su lado en la cama y lo mira, decidida y se lleva un buen susto al no esperar que en ese instante fuera a sonar. Sonríe al ver el número de Mulder reflejado y lo descuelga contenta y serena, convencida de que es ahora cuando está en la cima de la montaña rusa, dispuesta a caer y gritar sabiendo que el viaje lo harán los dos juntos.
-Scully.
-¿Estás acostada?- No la parece que esté nervioso y ella no lo está.
-Casi. Me he puesto el pijama.
-Emm…. Lo siento. Yo…
-No te preocupe yo también estaba a punto de llamarte- Le dice.
-Ah… ¿Pasa algo?- Parece contrariado.
-No... bueno… sí…no…- Guiña un ojo en la oscuridad esforzándose al intentar iniciar la conversación, pero él la interrumpe antes de que pueda si quiera imaginar cómo continuar.
-Yo… verás… Me ha llamado Skinner….
-Ya- La cambia la cara y el tono de voz.
-En un par de horas salimos hacia Oregón.
Scully ironiza en su interior ante lo que ha estado a punto de ocurrir esa noche y cómo va a resultar al final.
-Bien Mulder. ¿De qué se trata?
Tarda en contestarla.
-Creo que esta vez se trata de algo serio Scully.
-Explícate- Ahora está intrigada.
-Sólo sé que han aparecido un par de cadáveres y temen que se trate de un asesino en serie que no aparecía en escena desde hacía años.
-¿Y eso qué tiene que ver con los Expedientes X Mulder?
-Bueno, más bien tiene que ver conmigo Scully, ya sabes, pasé unos años en Crímenes Violentos e hice algo más que ganarme el apodo de siniestro.
La conversación acaba con un “Hasta luego” cargado de ironía por parte de ella y de preocupación e inquietud por parte de él, porque él sabe lo que les espera en Oregón, sabe que no es lo que las autoridades creen por lo poco que le ha contado Skinner e intuye que lo resolverán en unas horas, en cuanto ella estudie los cadáveres y vean las pruebas y determinen que se trata de otro asesino y dejen el caso a las autoridades locales y entonces tendrán que regresar, pero esta vez piensa que quizá ocurra, que tiene que estar a punto de pasar y que no tiene idea alguna de cómo será, ni dónde y que Oregón es una posibilidad como otra cualquiera.
Y ocurre tal y como él intuía y dejan el caso a las autoridades locales pero es tarde y están cansados y el Motel tenía muy buena pinta como para tener que dormir en el Avión y los dos quieren quedarse y saben que es tiempo de más y que ya les ha alcanzado y solo queda verle aparecer. El Agente que se va a encargar del caso les da las Buenas Noches y ellos se dirigen directamente al Motel, sin intercambiar ni una palabra al respecto, pero tan nerviosos y pesimistas que al llegar allí se dirigen cada uno a su habitación despidiéndose nuevamente con un gesto de la mano y dejándose caer en sus respectivas camas dándose por vencidos en eso tan difícil que era hacer algo al respecto en sus vidas.
A la mañana siguiente el Agente local les despierta pidiéndoles disculpas y rogándoles que les ayuden en la investigación porque se está complicando y se ven desbordados por lo que ambos se miran, pensando en darse más tiempo, relajándose por fin y al unísono le dicen un “De acuerdo” al Agente que le suena a gloria porque les ha visto trabajar el día anterior y sabe que sin ellos no resolverá el caso y les sonríe complaciente y agradecido y les dice de esperarles en la cafetería del Motel para ponerles al corriente de lo que ha pasado esa noche y así invitarles a desayunar o tomarse un café o lo que quiera que vayan a tomarse.
Los días pasan y el caso se complica. Otro par de cadáveres y no hay pistas sólidas que les lleven a concluir algo. Los sospechosos validan sus coartadas y el miedo se apodera de la población.
Están cenando en el Motel. El Agente les recomendó una pizzería y están disfrutando la recomendación absortos en el caso, repasándolo todo por eso de encontrar algo que pudiera habérseles escapado, cansados después de un duro día de trabajo, yendo de un lado a otro, interrogando e indagando y no sacando nada en claro más que el hecho de que estaban sin nada a la espera de encontrar algo que les diera alguna pista o les hiciera ver algo más de lo que hasta hora eran los datos y los cadáveres y los lugares dónde estos habían aparecido.
Terminan de cenar y él recoge las cajas aún con trozos de pizza de la mesa para meterlas en el minibar y la pregunta si quiere algo de allí y ella le responde que no y le dice “Mulder ¿Te das cuenta que llevamos una semana aquí y este caso no parece que vaya a resolverse pronto?” y él la mira desde el otro lado de la habitación con el minibar aún abierto y la contesta un “Ya” mientras abre una soda sabiendo que ella también beberá aunque le haya dicho que no. Se acerca a la mesa y se sienta dejándola la lata cerca y ella la coge y bebe y la vuelve a dejar en la mesa y sigue leyendo y él se levanta para mira algunas fotografías que tienen colgadas en la pared y se queda ahí mirando pensando en que quizá deberían volver a dónde encontraron el primer cadáver y la dice “Scully, creo que mañana deberíamos visitar el famoso lago del Cráter dónde apareció el primer cadáver”. “Bien” le responde ella sin levantar la vista de lo que estaba leyendo y él continúa callado mirando las fotografías y ella nota el silencio y levanta la vista y le ve ahí de pié y se levanta y se pone a su lado mirando las fotografías y recuerda que había alguna más y se mueve a buscarlas y las encuentra en seguida y coge la caja con las chinchetas de la mesa y coge un par de ellas para el par de fotografías y coloca una y luego la otra y se gira a mirarle y ve que él la mira y tiene algo en su mirada y por un momento piensa que tiene que ver con el caso, que ha descubierto algo, pero luego lo sabe y todo se queda en blanco porque no sabe qué hacer ni piensa en las posibilidades de hacer o no hacer nada o dejar que lo decida él porque el pulso ni si quiera está acelerado y está todo tan en calma que parece como si no fuera a ocurrir nada y es sólo un segundo, porque desde que ella se puso a colgar aquella fotografías de espaldas a él y él la tuvo delante y sintió el impulso y dejó de pensar, entonces todo quedó determinado por el hecho de si ella se giraría a mirarle o se movería en otra dirección y lo hizo, le miró y entonces él se movió hacia ella, dando un paso hacia delante, sin pensar en lo que hacía, ni en cómo lo hacía pero feliz por estar haciéndolo por fin y puso su mano en su cara y su mirada se desvió de sus ojos a sus labios y supo que ella también era feliz y vio deseo en su mirada y en su respiración y la besó, de una forma dulce, firme y llena de seriedad, rozando primero solo los labios y luego besando de verdad, con fuerza y entrega, dejando al deseo que llevara el control y controlándola a ella al dirigir él. Agarrando su cara con sus dos manos primero, mientras la besaba y luego cogiéndola del cuello y la cintura mientras sus labios iban de la boca de ella a su cuello, mordiendo, apretándola contra sí, oyéndola gemir, sintiéndose desfallecer. Ahora ella le sujeta a él, le mira fijamente, con deseo, mientras le desabrocha el cinturón y él la mira y espera dejándose desnudar, mientras le quita la corbata y le desabrocha los botones de la camisa y él se desabrocha los botones de las mangas y se termina de quitar la camisa y se siente terriblemente feliz y ella igual y la vuelve a sujetar esta vez contra la pared, haciendo que algunas fotos caigan y siguen besándose mientras él comienza a desvestirla, quitándola la camiseta, desabrochándola y bajándola el pantalón hasta quitárselo, llevando sus manos a su espalda para desabrocharla el sujetador y levantándola, agarrándola fuertemente para dejarla sobre la cama. Él sobre ella, ella sobre él.
Una llamada de madrugada les ha despertado y saben que vienen a recogerles y que él tiene que irse a su habitación, pero desde el instante en que al sonar les despertará y él se moviera haciendo amago de levantarse para coger el teléfono, teniendo así que dejar de abrazarla, el tener que irse y no poder alargar esto unos minutos, horas o años más se les hace cuesta arriba y al encender ella la luz y verle ponerse los calzoncillos mirándola de pié en mitad de la habitación sabe que no les queda otra y que esta situación se repetirá muchas más veces así que será mejor irse haciendo a la idea y resignarse porque es lo que han elegido y esta es su vida junto a él y todo cuanto hagan ahora determinará cómo lo harán siempre y sabe que por ese mismo motivo está él ahí mirándola aún sin saber exactamente qué hacer, decidiendo o esperando a decidir entre los dos cómo llevar esa nueva situación.
-¿Mulder? – Le dice sentada en la cama mirándole más divertida que seria.
-¿Sí?- Claramente confundido.
-Lo sé, pero no te preocupes- Suena convincente y él la sonríe y se acerca y se sube a la cama de rodillas para besarla y la dice con sus labios casi rozándose:
-Lo difícil será no sonreír tontamente mientras intentamos resolver un caso de asesinato Scully.
Y ella le sonríe encantada de oírle decir algo tan tierno y le besa y le vuelve a besar enredando sus manos en su pelo y le dice un:
-Va a ser un día duro.
Y él la besa y se levanta y coge su ropa y se la empieza a poner y luego se levanta y coge la ropa de ella y la deja sobre la cama algo turbado y la mira sonriendo tontamente y hace un gesto señalando la puerta y ella asiente y él sale mirándola desde allí, cerrando lentamente para no hacer ruido.
El día pasa, cansados, se dejan caer en el restaurante dónde han quedado todos los Agentes y policías para cenar y hablar del caso y felicitarse por haber encontrado nuevas pistas y pistas definitivas en el lago del Cráter. Y ellos se disculpan nada más cenar y se meten en el coche y se sonríen y se dirigen al Motel a quererse, a quererse a escondidas. El caso se resuelve y regresan a casa y como siempre irán directamente a dormir y quedan en un “Esta noche hablamos” y él se despierta a media tarde oliéndola aún en su piel y se muere por tenerla cerca y se pregunta porqué no se fue a dormir con ella, pero sabe que ahora tienen que ser cautos y llevarlo con mucho cuidado porque sino las cosas podrían complicarse aún más y además sabe lo que ella piensa y es que quiere mantener su vida al margen de su trabajo, porque es su vida y no quiere compartirla con nadie más y no quiere que hablen de ello o que opinen al respecto o les pongan trabas y él en eso está de acuerdo porque sabe que es algo que no está bien visto y sobre todo después de tantos años y tanta lucha y tantos comentarios por los pasillos. Y está despierto y piensa en llamarla pero decide esperar y dejarla dormir algo más y se va al sofá a ver la televisión, aburriéndose a oscuras esperando que le llame.
Y es ya tarde y ella se despierta y se queda tumbada pensando en él y en esos días y se incorpora y se queda sentada repasando cómo está su vida en ese momento y siente que es dónde quería estar desde hacía mucho tiempo, pero que siempre pensó que la resultaría más complicado o más difícil realizar el cambio de lo que ha resultado hasta ahora y cae en la cuenta de que hasta ahora no habían estado en casa y que era a partir de entonces cuando las cosas cambiarían de verdad porque deberían tener más cuidado porque a nadie le importaba lo que hicieran con sus vidas y se despereza y se va directamente a la bañera, pensando en él y en lo delicioso de su forma de besar y luego se viste y come algo y mira el reloj y ve que ya es tarde y entonces le llama:
-Mulder.
-Hola soy yo.
-Hola ¿Qué tal has dormido?
-Bien, me acabo de despertar ¿y tú?
-Mal, ya sabes.
-Sí, ya sé.
-He estado viendo un documental sobre pesca en los mares del Norte que no ha resultado nada interesante.
-Mañana tendremos que entregar el informe.
-Lo haremos por la mañana en la oficina. ¿De acuerdo?
-Está bien- Y ahora no sabe cómo decírselo y recuerda que hacía una semana estaba completamente decidida a decirle que fuera a su casa.
-¿Scully?
-¿Sí?
-¿Te pasa algo?
Y claro que la pasa algo y mira al techo sin saber cómo decírselo sin que suene frío o directo.
-No, estoy bien, es sólo que...
-¿Sí?
-¿Mulder?
-Sí, Scully.
-Ya sé que es tarde y que mañana tendremos que hacer el informe temprano pero… ¿Querrías venir a casa?
-¿Quieres repasar ahora el caso?
-No… Mulder…
-Ya- Él está tan nervioso como ella.
-¿Y bien?
Él sonríe en la oscuridad sintiendo como si tuviera quince años.
-Sí… Iré… Voy para allá…
-Bien… Entonces… Hasta ahora ¿No?
-Sí… esto…. Scully…
-¿Sí?
-Yo siempre quise que las cosas cambiaran.
Y cuelga el teléfono dejándola con un “Yo también en la boca” y apaga la tele y coge las llaves del coche y está serio y nervioso y cierra la puerta al salir y espera el ascensor mirando al suelo y luego coge el coche y prefiere no pensar en nada para dejar que todo ocurra como tenga que ocurrir y llega a su piso y llama con los nudillos y ella le abre, preciosa y percibe una sonrisa nerviosa en su cara y sabe que él la tiene igual en la suya y cierra la puerta y se miran y entonces se echan a reír y él se acerca a abrazarla, deshaciendo así las tensiones, besándola en la frente, mirándola comprensivo y ella se muerde los labios y le coge la camiseta y él sabe que será maravilloso, que nada de lo que les ocurra podrá separarles y la besa y se besan y la vida continúa, sus vidas continúan, su mundo sigue girando y los malos serán los malos y los amigos seguirán ahí y la oficina les esconderá del mundo y el trabajo absorberá parte de sus vidas, pero ahora tienen muchas más cosas por compartir y muchos más secretos que guardar y será difícil, pero lo llevarán bien, porque están preparados y listos para enfrentarse a lo que tenga que llegar siempre que lo hagan juntos. Como siempre.

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